Respuesta a: Reflexiones comunes sobre los casos

#2159
Moderador
Maite Tudela

Hola a toda/os, os leo después del 8M con energías renovadas después de haber vivido ayer una jornada ilusionante por, entre otras cosas, comprobar que los feminismos (aunque diversos) están vivos y dispuestas a transformar esta sociedad.

Yendo a vuestras respuestas tengo que deciros que me encantaría que este debate pudiera ser cara a cara para compartir todo los que me suscitan vuestras palabras.

En primer lugar me gustaría ir directamente a las EMOCIONES  ya que, trabajando con personas tan dañadas, me parece imprescindible que incorporemos en nuestra práctica profesional la capacidad de escuchar lo que ocurre emocionalmente en nosotra/os, principalmente por dos motivos:

1/ Por un lado por mejorar nuestra efectividad: desde las teorías del trauma está demostrado que un elemento sanador en las personas que han vivido traumas es la capacidad de co-regulación con la profesional que las acompaña. Y para poder co-regular debemos cuidar nuestra regulación emocional.

2/ En segundo lugar por introducir el cuidado de nuestra salud emocional como un elemento indispensable para poder ejercer nuestra profesión “sin morir en el intento” y evitar que aparezcan situaciones de desbordamiento como muy acertadamente señala Sonsoles.

Muchas de vosotras habéis identificado la angustia y la impotencia. Impotencia derivada de diversas situaciones: por un lado, como señala Mª José,  por este “sin sentido” derivado del hecho que no coincidan los tiempos ni los objetivos de algunas instituciones (SS, servicios de infancia…) con los de las propias mujeres añadiendo elementos de maltrato institucional que retraumatizan al convertirnos en “policías controladoras” de unas metas a veces inalcanzables e injustas. También Mónica señala la presión que supone tener que “demostrar” continuamente cuando el resto del entorno no las acompaña (laboral, familiar…).

¿Alguna vez os habéis hecho la pregunta de si, como madres y des del privilegio que ostentamos, pasaríamos las pruebas  de “buenas madres” a las que ellas se ven sometidas?

Otras emociones que habéis mencionado son la rabia (que suele ir de la mano de la impotencia) aunque aporta un elemento movilizador y nos lleva al espíritu guerrero y combativo que señala Raquel que nos ayuda muchas veces a ir más allá, a intentar lo imposible a creer en ellas…Cuando yo empezaba en esta profesión (hace ya 30 años) mi supervisor de terapia me dijo que (en contra de lo que había aprendido en la carrera de la necesaria distancia profesional) había casos en los que, o alguien apostaba por ellos y le añadía un extra de implicación o no tiraban adelante. ¿Qué pensáis de esta idea?

Afortunadamente también sentimos otras emociones como las que señala Sónsoles: comprensión, curiosidad, generosidad o las que identifica Mónica: respeto y admiración que seguramente nos “alimentan” para seguir luchando por ellas.

Respecto al segundo elemento que he mencionado del porqué de atender a nuestras emociones, el auto-cuidado personal/profesional, os lanzo otra pregunta: ¿cuántas de vosotras/os contáis en vuestros centros con una supervisión periódica de equipo entendida como un espacio para tratar todo aquello que nos generan los casos a fin de cuidarnos y también de no dejarnos llevar por nuestras emociones y ser más efectiva/os?

A este respecto estoy totalmente de acuerdo con Raquel que apunta la necesidad de no caer en actitudes paternalistas que lejos de empoderar a las mujeres las sitúan en una posición infantizilada.

Otros elementos importantes que habéis señalado son:

Como indica Mª José, la dificutad de trabajar con mujeres que llegan a nuestros servicios con desconfianza. Tenemos que entender que la desconfianza en ellas es un elemento protector que surge de su experiencia de vida de no haber podido confiar en las personas que las deberían haber protegido. Si os fijáis, en la mayoría de los casos expuestos por Gisela las familias  de origen no han proporcionado un apego seguro, al contrario, en muchas de ellas ha habido violencias ya sea directa hacia ellas o contra sus madres y su manera de salir de casa (de adolescentes) ha sido con “el príncipe azul” que ha resultado ser su maltratador.

El primero que puso la mirada en la relación parentofilial como fundamento de toda relación posterior fue John Bowlby. Actualmente su teoría, construida junto a Mary Ainsworth, nos ofrece un marco teórico de gran valor que pone de manifiesto la importancia del apego temprano y su influencia a nivel evolutivo en la edad adulta.

Para quien esté interesada/o en  profundizar en las teorías del apego os dejo alguna bibliografía:

  • Wallin, D (2012) El apego en psicoterapia. Desclée de Brouwer
  • Holmes, J. Slade, A. (2019) El apego en la práctica terapéutica. Desclée de Brouwer
  • Bowlby, J. (2010) Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego.Paidós

Qué importante por tanto entender y respetar esta desconfianza con la que llegan y poder intervenir des del abordaje del trauma que implica: dar tiempo, dar confianza, no exigir, no penalizar, validar, dar espacio para que hablen de sus múltiples vivencias de trauma…todo lo contrario de lo que sucede cuando llegan “obligadas” por las instituciones que habéis señalado: SS, infancia.